Carlos Martínez: el talento escogido por Emerson, se debate entre el fútbol y la aviación
El delantero barranquillero fue el seleccionado por la organización Ginga Scout para probar suerte en los Estados Unidos.
Sus sueños vuelan tan alto como un avión. El joven barranquillero Carlos Andrés Martínez Agudelo, de 17 años, pide pista para despegar en un viaje que lo podría conducir a todo lo que tanto ha anhelado desde que tiene memoria: ser jugador de fútbol profesional.
Los pasados días 28 y 29 de enero, la organización internacional de scouting de jugadores de fútbol, Ginga Scout, estuvo presente en Barranquilla para realizar veedurías con sus ojeadores y así escoger a un joven afortunado, que con sus capacidades lograse llamar la atención de los instructores.
Pero, sobre todo, del exjugador brasileño y excapitán de su selección, Emerson. El que fuera mediocampista de Real Madrid y Roma, entre otros, fue uno de los encargados de supervisar los trabajos de los dos días en que decenas de jóvenes se pusieron a prueba ellos mismos contra su destino, con la ambición de un sueño.
Entre ese grupo de muchachos pronto sobresalió uno, quien mostraba la picardía natural que tanto hace que el jugador del Caribe sobresalga de los demás. Con 17 años cumplidos, nacido en Barranquilla el 5 mayo de 1999, ambidiestro y siendo un centro delantero de 1.72 metros de alto y 62 kilogramos de peso, era algo muy parecido a lo que buscaban los scouts.
“Yo vivo en Medellín y me enteré por redes sociales, apenas lo vimos no dudé en ningún momento y me vine para acá”, comentó Carlos Andrés Martínez Agudelo, el protagonista de esta historia, a Zona Cero.
Hace tres años que Carlos Andrés se mudó a Medellín, abandonando su natal ‘Arenosa’ en compañía de Sandra Milena Agudelo, su mamá. Ella se había separado del padre de este, Carlos Arturo Martínez, quien emprendió camino a Chile para buscar un mejor futuro y poder responder por su hijo.
“Desde chiquito me ha gustado el fútbol, he estado buscando la ventana para salir. Yo me vine para Medellín porque Envigado estaba en convocatoria. Me arriesgué y me fui. Estuve tres meses en preparación, estuve entre los cinco finalistas y no me escogieron. Pero me quedé viviendo hace dos años y medio”, recordó.
Desde ese momento aguardó por la oportunidad, entrenándose a conciencia y tratando de tomar ejemplo de sus padres, ambos comerciantes. Así, el tiempo fue pasando hasta que se enteró de la oportunidad. No lo dudó.
Tampoco su mamá, quien pidió permiso en sus compromisos y lo acompañó en el viaje en bus hasta Barranquilla.
“Mi mamá es más que mi mamá, es mi mejor amiga. Es la razón por la que he salido adelante. Cuando necesita viajar, ella va conmigo. Muy escasas son las relaciones así”, opinó Carlos Andrés.
Con las alas bien extendidas, se entregó a lo que mejor sabía hacer: flotar en la cancha como si se tratara de un ave que surca el cielo. Muy dentro de él sabía lo que tenía que hacer, no evadió la responsabilidad y trató de llamar la atención al máximo.
“Estoy acostumbrado que cuando uno se presenta en otros equipos no le prestan atención a uno, los entrenadores se salen de la cancha o se ponen a hablar por celular. Pero esta vez fue diferente. Ellos estuvieron siempre en la cancha, mirándolo a uno. En los dos días estuvieron eligiendo a los más destacados”, dijo.
Fueron dos las jornadas de veeduría. En la primera, con los jugadores que se presentaron se hicieron varios equipos. De allí se escogerían 18 para el segundo día, para conformar un equipo y jugar un partido más. El mejor evaluado de ese partido, sería el ganador de una beca universitaria en los Estados Unidos y viajaría a la Florida para entrenarse con el conjunto profesional del Miami Dade F.C. de la American Premier Soccer League de ese país.
Por eso salió a darlo todo de sí mismo. En pocas palabras formar un barullo tan enorme que ningún oído se pudiera hacer el sordo, ser tan vistoso que ningún ojo pudiera dejar de verlo y generar tal atractivo que todo el mundo se preguntara por su nombre.
“Traté de mostrar la velocidad y la picardía que yo tengo. A los brasileños les gusta el jogo bonito, así que me tiré una chilena y pegué el balón contra el palo, en el primer día de la convocatoria. Todo el mundo se interesó por mi nombre. Luego, hubo un remate al arco del jugador que estaba de extremo por la derecha y en el rebote alcancé a llegar al balón y el arquero me hizo penal. Hice gol y con ese ganamos”, explicó.
Al día siguiente, escogido dentro de los 18, volvió a marcar el gol del triunfo 1-0 del equipo. Había cumplido consigo mismo, solo faltaba que los ojeadores estuvieran de acuerdo, lo que se sabría en una gala donde se darían los reconocimientos a los participantes.
“Desde el día de la chilena ya la gente sabía quién era y generé buen impacto. Luego en la gala nos dieron un reconocimiento y al final Emerson dio el veredicto. Yo no me la creí, me quedé sentado en la silla”, enfatizó.
Ya en Bogotá, se encuentra en las últimas horas antes del viaje, este sábado rumbo a Miami. En el pleno vuelo reflexionará sobre toda las cosas que le esperan y sobre cómo aprovechará la beca en la Saint Thomas University, oportunidad que tanta gente quiere. Aunque las horas en el avión tal vez terminen de convencer.
“Las expectativas son muy altas. Estoy totalmente concentrado para tratar de llegar a un club reconocido mundialmente. También me gané la beca universitaria y quiero destacarme en los estudios. Aún no sé bien que voy a estudiar, pero me gusta mucho la aviación. Yo quiero volar, estar en el cielo, ya sea en el fútbol o en un helicóptero”, cerró.
Por lo pronto Carlos Andrés, el hincha de Junior, fanático de Lionel Messi, talentoso futbolista y piloto en potencia, intentará disfrutar de las mieles de un incipiente triunfo que es tan solo el primer peldaño de la escalera al cielo.